Che, Mejunje, Leonardo García. Segunda Parte.
Nos pusimos en marcha hacia La Habana, cantábamos alegres en la guagua que se vuelve como parte de nosotros en estos tipos de viaje, como una especie de casa ambulante. Para mi sorpresa nos detuvimos solo pasados varios minutos de la salida del hotel, aun estábamos en Villa Clara, era la 1:10PM cuando bajamos aun entonando canciones y me percataba que estábamos en la Plaza de la Revolución de la provincia, subí aquellas escaleras de mármol, es hermosa esta plaza, con el majestuoso monumento del Che y los relieves en los muros a su alrededor reflejando escenas de su vida. La historiadora del centro nos explicó la estructura de la plaza y nos convido a visitar el memorial, entraríamos donde reposan los restos mortales del Guerrillero Heroico. Yo siempre he creído que, si el Che hubiese nacido en Cuba, hubiera sido villaclareño, aunque sí, vino a nacer con la Revolución cubana.
He entrado a pocos lugares sagrados, creo que, a ninguno, al menos no donde haya un silencio capaz de transformar los pasos más bruscos en pisadas de algodón, donde sientas una presencia casi mística hasta el punto de hacerte enmudecer, donde contemples la historia y sientas que ella te cuestiona, donde ante la ausencia de toda expresión no significa estar inexpresivo sino mirarse dentro. Pasé viendo los nombres tallados en las lápidas de los combatientes, el de Tania, Eliseo Reyes, no solo son nombres que aparecen en un libro de historia, son ideas presentes en el andar de los hombres, llegué frente a él, a esa presencia de todos los días, lo vi tan grande o me fui haciendo más pequeño, no recuerdo cuanto tiempo pase hasta quedar solo, no recuerdo pensar, recuerdo salir y buscar unirme al grupo.
Al salir encontré al grupo en un pequeño restaurante, me dijeron que nos quedaríamos un tiempo en el sitio histórico, aproveche para seguir recorriendo la plaza, divise a un hombre trabajando en la tierra donde reposan combatientes que perecieron en los combates de Santa Clara, al acercarme y saludarlo supe que era el jardinero del memorial, mientras conversaba con él y me contaba de sus más de diez años trabajando en aquel lugar observaba como cuidaba y adornaba con refinamiento aquella tierra como si fuera el jardín de su casa, con sentido de pertenencia, me ofrecí ayudarlo, no sé si me miro sorprendido o pensando que estaba loco, no pregunté, así fue que desyerbé y are aquellos pedazos de tierra, y mientras escuchaba una disertación del tipo de vegetación que adornaba aquel lugar supe el significado de la frase de nuestro Martí: Honrar, Honra.
Era la hora de partir y dejar detrás Villa Clara, una vez en la guagua continuó la rumba y la alegría, yo preferí apreciar la belleza del paisaje, las horas que pasamos sin pensar en nada, o quizás así nos parece porque pensamos en algo más grande que nosotros, una amalgama de sentimientos sin sobresalir ninguno, haciendo parecer que se nos queda la mente en blanco y no es así, es que estamos conmovidos.
Publicado el noviembre 16, 2017 en Actualidad, conocimiento, Cuba, Curiosidades, Lugares turísticos y etiquetado en Cuba, historia, Leonardo García, Mejunje, Paisajes Cubanos, Santa Clara, turismo, Villa Clara. Guarda el enlace permanente. Deja un comentario.
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